«Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre»

EVANGELIO DE HOY Lucas (12,39-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»

El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Tanto el dueño de la casa como el administrador fiel y solícito evocan la responsabilidad. Nos acercamos al final del año litúrgico. Ya hemos hecho el recorrido de la mayor parte de los misterios de la Salvación. Al acercarnos al final, a través de las celebraciones litúrgicas, se nos viene llamando la atención sobre nuestra respuesta, a la hora de rendir cuentas en nuestro encuentro definitivo con el Señor: «estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

La idea central es que no somos dueños sino servidores, tanto en la vida personal, con los carismas que cada uno recibe, como en la responsabilidad comunitaria que cada miembro de la Iglesia tiene en la comunidad a la cual pertenece. Cada uno hemos sido llamados desde la unción crismal en el bautismo a participar en la misión sacerdotal, profética y real del Ungido y enviado por el Espíritu Santo (Lc. 4,16-22). Somos administradores o criados llamados a ofrecer nuestros servicios en la familia, Iglesia doméstica; en el trabajo, colaborando con el Creador; o en la sociedad, luchando por establecer los valores del Reino de los Cielos. Ser cristiano es ser apóstol de Cristo.

El Papa Francisco nos lo recuerda y pide encarecidamente: Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. (EG 20).

Jesús concluye el pasaje presente con los premios y castigos con que tratará a los criados, concluyendo con la advertencia: “al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.» Y el Apóstol nos pide: «Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea fiel» (1Co 4,1-2).

Que tengas un día próspero en el servicio.