«Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre»

EVANGELIO DE HOY Marcos (7,14-23):

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina».

(Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

PARA VIVIR LA PALABRA:

Tras la discusión con los fariseos sobre la moralidad de las acciones humanas, Jesús lleva hasta el fondo la clarificación sobre lo que es bueno o malo, es decir, sobre el bien y el mal moral. Y, al igual que al tratar de la indisolubilidad del matrimonio, apunta a los orígenes: “Dios hizo buenas todas las cosas” Gn. 1,1-27. El bien y el mal moral no proceden de las cosas, ni de las leyes, sino del corazón del hombre. Por eso Jesús no viene a cambiar la Ley sino el corazón, y comienza su predicación proclamando bienaventurados a los “limpios de corazón.”

También según la Sagrada Escritura, el pecado, por esa esencial naturaleza suya de “injusticia”, es ofensa a Dios, ingratitud por sus beneficios, además de desprecio a su santísima Persona.

Juan Pablo II lo explica así: «El pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarlo y amarse mutuamente»; es no querer vivir la vida de Dios recibida en el bautismo y no dejarse amar por el verdadero Amor, pues el hombre tiene el terrible poder de impedir la voluntad de Dios de dar todos los bienes.
El pecado, cuyo origen se encuentra en la voluntad libre de la persona (cf. Mc 7, 20), es una transgresión del amor verdadero; hiere la naturaleza del hombre y destruye la solidaridad humana, manifestándose en actitudes, palabras y acciones impregnadas de egoísmo. En lo más íntimo del hombre es donde la libertad se abre y se cierra al amor. Éste es el drama constante del hombre, que a menudo elige la esclavitud, sometiéndose a miedos, caprichos y costumbres equivocados, creándose ídolos que lo dominan e ideologías que envilecen su humanidad. Leemos en el evangelio de san Juan: «Todo el que comete pecado es un esclavo del pecado» (Jn 8, 34).

Jesús dice a todos: «Convertíos y creed en la buena nueva» (Mc 1, 15). En el origen de toda conversión auténtica está la mirada de Dios al pecador. Es una mirada que se traduce en búsqueda plena de amor, en pasión hasta la cruz, en voluntad de perdón que, manifestando al culpable la estima y el amor de que sigue siendo objeto, le revela por contraste el desorden en que está sumergido, invitándolo a cambiar de vida…

«El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible; su vida carece de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente» Una vez que ha descubierto y experimentado al Dios de la misericordia y del perdón, el ser humano ya no puede vivir de otro modo que no sea el de una continua conversión a él.”

Que tengas un buen día, libre de todo pecado.