«¿Quién dice la gente que soy yo?»

EVANGELIO DE HOY Lucas (9,18-22):

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Es un momento importante en la vida de Jesús. Lucas lo hace patente presentando a Jesús en oración. Es el momento de clarificar su identidad ante sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» De cuál sea la respuesta dependerá la actitud y el comportamiento de los discípulos para con Él. De los discípulos, repito, de ayer y de hoy. Comenta el Papa Benedicto XVI: “ Hay dos modos de «ver» y de «conocer» a Jesús: uno, el de la multitud, más superficial; el otro, el de los discípulos, más penetrante y auténtico. Con la doble pregunta: «¿Qué dice la gente?», «¿qué decís vosotros de mí?, Jesús invita a los discípulos a tomar conciencia de esta perspectiva diversa.
La gente piensa que Jesús es un profeta. Esto no es falso, pero no basta; es inadecuado. En efecto, hay que ir hasta el fondo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»…

Jesús aprueba la afortunada respuesta de Pedro. Pero se cuida muy bien de completarla, para que nadie se llame a engaño: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Pues de su verdadero conocimiento dependerá la verdadera decisión de seguirle o echarse atrás. Por eso los prepara con esta revelación de la cruz para hacerles la invitación a ser verdaderos discípulos suyos: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.”
Hoy, también a nosotros, quisiéramos hacer nuestra la respuesta de Pedro. Pero recordemos que Pedro, temeroso de la cruz en un principio, con los demás discípulos, acabó confesando a Jesús con su vida y su sangre.

Y terminamos con la reflexión del Papa Francisco, luego de recordar la infinidad de mártires que ayer y más hoy, siguen confesando a Cristo con su sangre:” Pero está también el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también es un «perder la vida» por Cristo, realizando el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica del don, del sacrificio. Pensemos: cuántos padres y madres, cada día, ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente la propia vida por el bien de la familia. Pensemos en ellos. Cuántos sacerdotes, religiosos, religiosas desempeñan con generosidad su servicio por el Reino de Dios. Cuántos jóvenes renuncian a los propios intereses para dedicarse a los niños, a los discapacitados, a los ancianos… También ellos son mártires. Mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad.”

Que pases un feliz día como testigo de la fe.