«Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu»

EVANGELIO DE HOY Juan (1,29-34):

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Ése es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»

Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

“El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Es la esencia del testimonio de Juan. Son muchos los atributos que ha usado para referirse a Jesús, como alguien infinitamente superior a él, que hará cosas mucho más grandes que las que hace Juan . El cual se humilla ante esa figura que se eleva hasta ser “el Cordero de Dios”, es decir, la víctima que Dios se ha preparado para su Sacrificio. Y esta víctima no es como las presentadas por los sacerdotes en sus sacrificios litúrgicos. Esas víctimas prácticamente no cambian nada. Ésta, en cambio, va a realizar el cambio deseado por el pueblo, que lo transformará en “Pueblo de Dios”, Heb 8, 10, “Asamblea Santa”, Heb 12,23, “Pueblo Sacerdotal”, 1Pe 2,9, redimido por fin del pecado y consagrado a Dios por la sangre derramada en la Cruz.

«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él…” Es el ungido por el Espíritu Santo, que anunciara el profeta Isaías 61, 1-2. “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el Espíritu del Señor Is 11, 1-2.

Siguiendo este capítulo, leemos las cualidades y el papel del así designado por el Espíritu. “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu” Is 42, 1. Es el espíritu profético del que habla el capítulo 11 de Isaías, y la efusión de ese espíritu es el signo mesiánico por excelencia: “Después de esto derramaré mi espíritu sobre toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán… Realizaré prodigios en el cielo Joel 3, 1-4. El evangelio de san Lucas nos describe a Cristo entrando en la sinagoga de Nazaret, desenrolla el volumen y lee: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los Pobres, a vendar los corazones rotos…” (Is 61, 1).

«Tomó el pecado de muchos» (Is 53, l2). Jesús es verdaderamente el Cordero, el Siervo, el Hijo amado porque cumple la voluntad del Padre. Como lo hizo el Padre cuando el bautismo en el Jordán y en la Transfiguración, también Juan Bautista presenta a Cristo: «Este es el Cordero». » Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

El testimonio es la esencia de la misión de Juan, que es nuestro modelo, como llamados a dar testimonio de Jesús, de su poder sin límites, que despierta en nosotros la plena confianza en Él. De su capacidad para quitar la raíz de todos los males de cada hombre y de toda la humanidad, que es el pecado. Y de la salvación que nos ofrece con la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios, si creemos en su nombre Jn 1,12.

Que tengas un día feliz, como testigo de su presencia salvadora.