«¿A quién compararé esta generación?»

EVANGELIO DE HOY Mateo (11,16-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación?

Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.

Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».

PARA VIVIR LA PALABRA:

Juan evangelista resumirá esta expresión de Jesús con aquellas aquella triste expresión: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron…” Este rechazo Jesús lo irá poniendo relieve a través de diversas parábolas, entre ellas la parábola de los viñadores homicidas Mt 21,33ss.

E incluye al Bautista en la misma suerte del rechazo. Puesto que la misión del Bautista se integra, como prólogo, a la misión de Jesús. Cumplen así la visión de Isaías: “tienen ojos y no ven, oídos y no oyen…”

Comenta San Agustín: «Aquí no se baila; pero no obstante que no se baile, se leen las palabras del Evangelio: «Os hemos cantado y no habéis bailado». Se les reprocha, se les recrimina y se les acusa por no haber bailado. ¡Lejos de nosotros el retornar aquella insolencia! Escuchad cómo quiere la Sabiduría que lo entendamos. Canta quien manda; baila quien cumple lo mandado. ¿Qué es bailar sino ajustar el movimiento de los miembros a la música? ¿Cuál es nuestro cántico? No voy a decirlo yo, para que no sea algo mío. Me va mejor ser administrador que actor. Recito nuestro cántico: «No améis al mundo, ni a las cosas del mundo»…(1 Jn 2,15).

«¡Qué cántico, hermanos míos! Escuchasteis al cantor, oigamos a los bailarines: haced vosotros con la buena ordenación de las costumbres lo que hacen los bailarines con el movimiento de sus cuerpos. Hacedlo así en vuestro interior: que las costumbres se ajusten a la música. Arrancad los malos deseos y plantad la caridad» (Sermón 311, 4-8, en Cartago, año 405).

La espiritualidad del Adviento nos lleva a revisar nuestra verdadera actitud, nuestra atención y docilidad la voz del Espíritu que no habla de muchas maneras. Y no es la última la Palabra de Dios que cada día escuchamos en las celebraciones litúrgicas. Como María, guardemos esa Palabra, meditándola en el corazón y poniéndola por obra.

Que tengas un feliz día de Adviento