«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra»

EVANGELIO DE HOY Lucas (10,21-24):

En aquella hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:

«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

PARA VIVIR LA PALABRA:

El texto de hoy revela el fondo del corazón de Jesús, la razón de su alegría. Los discípulos habían ido a la primera misión, y al volver, comparten con Jesús su experiencia misionera. (Lc 10,17-21). La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos. Al escuchar su experiencia y al percibir su alegría, Jesús también siente una gran alegría. Jesús ve el avance del Reino de los cielos entre los pobres y sencillos a quienes Él ya había proclamado dichosos, bienaventurados.

No es una alegría superficial. Viene del Espíritu Santo. Y es compartida por aquellos que vuelven entusiasmados, contando sus experiencias al Maestro. Jesús los llama “pequeños”. ¿Quiénes son los pequeños? Son los setenta y dos discípulos (Lc 10,1) que vuelven de la misión. Hoy serían padres y madres de familia, chicos y chicas, casados y solteros, viejos y jóvenes. No han de ser doctores. Entonces eran personas sencillas, sin muchos estudios, que entendían las cosas de Dios mejor que los doctores. Disfrutaron como nadie la primera venida del Señor. Y también la sufrieron …

“Sí, Padre, ¡porque así te pareció bien!” Frase muy seria. Le parece bien al Padre que los doctores y los sabios no entiendan las cosas del Reino y que las entiendan los pequeños. Por consiguiente, si los grandes quieren entender las cosas del Reino, tienen que hacerse discípulos de los pequeños.

Jesús los mira y dice: “¡Bienaventurados!” Y ¿por qué son bienaventurados? Porque están viendo cosas que los profetas y reyes quisieron ver y no vieron. No pudieron ver al Mesías ni los signos de su presencia. Ellos sí. Apóstoles y discípulos gozaron su presencia desde la intimidad.

La Exhortación de Papa Francisco parece estar inspirada en este pasaje: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” Nosotros hoy tenemos el testimonio de su Palabra y la Tradición de sus Apóstoles que nos acercan a su presencia. Esa presencia que descubrimos con los ojos de la fe en su Iglesia y en todos aquellos con quienes Él se sigue identificando.

Que tengas un buen día en su presencia, compartiendo su alegría