«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor»

EVANGELIO DE HOY Lucas (17,7-10):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa»? ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Jesús, con la parábola del criado cumplidor, nos lleva a reconocer cuál debe ser nuestra propia actitud y comportamiento en la relación con Dios y con nuestros semejantes. Cuando leemos la vida de los Santos, vemos en ellos una actitud de humildad e insatisfacción por cuantas cosas han hecho en el servicio del Señor. Siempre les parece poco, por más que se esforzaran y sacrificaran por agradar al Señor y la prójimo. Y es que el término de comparación con que miden sus esfuerzos no son “los demás,” lo que hacen ni cómo lo hacen. Su término de comparación es y sigue siendo un Amor eterno e infinito que intentan corresponder.

Cuando una Sta. Teresa de Ávila o un S. Francisco de Asís contemplan cada paso de la Pasión de Cristo, se sienten desbordados y sin medios para corresponder, ni de muy lejos, lo que Jesús ha sido capaz de hacer por ellos. Y ni siquiera les queda la conciencia de “haber hecho lo que tenían que hacer.” Es mucho más lo que sienten que deberían hacer para poder acercarse, si quiera de lejos, a expresar la gratitud por ese amor y esa misericordia sin medida, con que Jesús se entrega por nosotros.

Nunca llegamos, ni siquiera en los días de mayor esfuerzo y fidelidad, a corresponder plenamente a las gracias y dones que recibimos del Señor. En generosidad siempre nos lleva la delantera. Y si Él, siendo Dios, tomó forma de esclavo, hecho obediente hasta la muerte, por nosotros Fl 2,10ss, ¿qué méritos o qué derechos podremos atribuirnos nosotros, por lo que podamos hacer por Él?

Y lo que decimos en nuestra relación con Dios, también se podría aplicar a nuestro trabajo comunitario, eclesial o familiar. Si hacemos el bien, que no sea llevando cuenta de lo que hacemos, ni pasando factura, ni pregonando nuestros méritos. Que no recordemos continuamente a la familia o a la comunidad todo lo que hacemos por ella y los esfuerzos que nos cuesta.

Sino gratuitamente, como lo hacen los padres en su entrega total a su familia. Como lo hacen los verdaderos amigos, que no llevan contabilidad de los favores hechos. Con la reacción que describe Jesús: «hemos hecho lo que teníamos que hacer: somos unos pobres siervos». ¡Cuántas veces nos ha enseñado Jesús que trabajemos gratuitamente, por amor! Eso sí, seguros de que Dios no se dejará ganar en generosidad: «alegraos y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6,23), «porque con la medida con que midáis se os medirá» (Lc 6,38).

Que tengas un día feliz y sembrado de generosidad.