«Mi casa será casa de oración»

EVANGELIO DE HOY Lucas (19,45-48):

EN aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.

Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

PARA VIVIR LA PALABRA:

El templo de Jerusalén es el corazón espiritual del pueblo elegido, el lugar del encuentro con Dios. Allí concurre el pueblo en las grandes celebraciones de la Pascua y es lugar del culto y de la constante peregrinación, que da carácter sagrado a la Ciudad Santa.

Jesús ya había pronosticado el gran cambio de la Nueva Alianza que Él viene a sellar con su sangre: “los verdaderos adoradores no adorarán a Dios ni en este monte ni en Jerusalén”, dice a la Samaritana, sino en “espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-23). E incluso se había proclamado “mayor que el templo” (Mt-12,6).

El gesto de arrojar a los mercaderes tiene, ante todo, un significado profético. Es evidente la referencia a la profecía de Malaquías y su cumplimiento con la entrada de Jesús en el templo: “Y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis…” (3.1). Jesús une a este gesto dos referencias a la Escritura: Is 56, 7: “Mi casa será casa de oración”. La segunda, de Jr 7,11: “¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre?”. Expulsando a estos impostores del comercio se cumple la profecía de Zacarías: “Y no habrá más comerciante en la Casa de Yahvé Sebaot aquel día” (14,21).

Jesús, con este gesto, revela a las autoridades de Israel el momento que están viviendo, es el “día de Yahveh grande y terrible” anunciado por los profetas, y revela su verdadera autoridad al tomar posesión del templo, donde culmina su enseñanza en los últimos días de su estancia en la tierra. Ésta ya tuvo su inicio cuando, a los doce años, discute entre los Doctores de la ley, en el Templo;

Este gesto desencadena la reacción de los sumos sacerdotes y de los escribas, que cuestionan su autoridad para erigirse en jefe del templo y deciden suprimirlo. Pero la actitud del pueblo “que le oía pendiente de sus labios”, se lo impide. Jesús es visto como el mesías que, con su Palabra de gracia, reúne en torno a él al pueblo de Dios. Los cristianos somos los nuevos templos del Espíritu, llamados a vivir la santidad que Dios espera de nosotros, convirtiéndonos en almas de oración.

Que tengas un día feliz iluminado por la luz de la Palabra