«Había una vez un hombre rico que tenía un administrador»

EVANGELIO DE HOY Lucas (16,1-8):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador.» Entonces el administrador se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan.» Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: «¿Cuánto le debes a mi amo?» El hombre respondió: «Cien barriles de aceite.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta.» Luego preguntó al siguiente: «Y tú, ¿cuánto debes?» Éste respondió: «Cien sacos de trigo.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo y haz otro por ochenta.» El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz».

PARA VIVIR LA PALABRA:

La presente parábola ha dado pie a distintas interpretaciones, dependiendo de la parte sobre la que recae la atención de los comentaristas. Los santos padres ponen, en su mayoría la atención en el protagonista que es, a todas luces, el administrador. San Juan Crisóstomo aplica directamente su función de administrador a nuestra situación ante los bienes que poseemos:

“Has de saber que eres solo dispensador de bienes ajenos y se te ha dado de ellos uso transitorio y derecho muy breve. Lejos, pues, de nosotros el orgullo de la dominación y abracemos la humildad y la modestia del arrendatario o casero.”

Luego fijan su atención en los bienes con que el administrador injusto prepara su futuro de forma no muy honesta, pero sí atrevida y sagaz, dentro de su condición de corrupto y malversador de fondos ajenos. Ante ese comportamiento previsor, aunque injusto, con los bienes ajenos, Jesús nos invitan a utilizar los bienes que Dios pone en nuestras manos, para atender a pobres y necesitados con la limosna y la condonación de deudas, que perdona multitud de pecados y nos granjea un cúmulo de gloria en el cielo. “Al que te quite el manto, no le niegues la túnica, a todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames” (Lc. 6, 29-30).

La caridad con el necesitado es la mejor inversión que podemos hacer con nuestros bienes materiales, y una de las condiciones que el Señor exige para crecer en la perfección cristiana, como propone al joven rico para seguirle: “ve, vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres. Tendrás un tesoro en el cielo…” (Lc. 12, 33-34) Y concluye la parábola recomendando la habilidad o sagacidad en la administración de los bienes materiales, que son de Dios y no nuestros, para obtener de ellos, en el mejor de los negocios, los mayores dividendos, que no son los del banco.

Que tengas un día feliz y con buenas ganancias.