«En la casa de mi Padre hay muchas estancias»

EVANGELIO DE HOY Juan (14,1-6):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Uno de los vestigios que el hombre nos ha dejado reflejado desde los tiempos más remotos ha sido su preocupación por la suerte de los muertos. Es el interrogante que a todos nos confronta por igual, y que cada cual afronta a su manera; desde el no pensar en él, hasta la obsesión por temor a su incierta llegada. Y entre tantas soluciones que se han querido dar para desvelar este misterio, nadie ha arrojado luz tan meridiana como Jesús de Nazaret. Él nos revela el misterio del más allá como quien está tan familiarizado con él que nos habla desde su propia experiencia. Desde las bases de su Evangelio como son las bienaventuranzas o comino para alcanzar la felicidad, las parábolas del Reino de los cielos, o del juicio final, hasta el texto que hoy se nos propone como evangelio del día.

Pasando por el Calvario, se va a prepararnos sitio en la amplia casa de su Padre. Y una vez preparado, a través de su Pasión, Muerte y Resurrección, “volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros.” Ante la pregunta de Tomás, ofrece la aclaración: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.» Él es el camino que conduce a la verdad. Y es la verdad que conduce a la vida sin ocaso. De forma que todo el que se hace solidario con Él en esta vida, hallará en Jesús la misma solidaridad y compañía en la muerte y resurrección.

Esta visión tan esperanzadora ha hecho cantar a los poetas: “la muerte no rompe la belleza de la vida. Más bien la perfecciona”. (Tolstoi) O “nuestros días se van, pero Dios nos ofrece prolongarlos, haciéndolos entrar en Su Día” (Agustín Guillerand). San Agustín escribe: “Jesús ha venido del gran día de la Eternidad para introducir en nuestro tiempo fugaz un gran día eterno.” Y san Juan de la Cruz: “al atardecer de la vida nos juzgarán sobre el amor.”

Desde nuestra experiencia humana hemos visto tantas veces partir a un ser querido. Con él se ha ido una parte de nosotros. Lo que llamábamos “mío,” mi madre, mi padre, mi hijo, mi hermano o cualquier otro ser entrañable, parte de esa vida que llamamos “nuestra”, y ya no está a nuestro lado, por más que su recuerdo permanezca indeleble. Hoy es día de acercarnos a ellos y honrar su memoria, agradecer lo que para nosotros han sido, y hacer conciencia de que también ellos nos aguardan.

Que tengas un gran día lleno de luz y esperanza.