«Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

EVANGELIO DE HOY Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.» Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

A la luz de estas palabras, la sociedad del “bienestar” es una peligrosa trampa para los cristianos. Nos lleva insensiblemente a alcanzar un nivel de comodidad y de lujo al que llamamos la buena vida, vivir bien, cómodamente, hasta convertirnos en ”enemigos de la cruz” (Fil 3,10). Jesús, sin embargo, no nos invita, a la “buena vida” mundana, a vivir bien; sino a “ser buenos” y sacrificados, a tomar su cruz, la cruz del amor y del servicio al prójimo cada día. Y sólo así podremos seguirle. La sociedad del bienestar va impulsándonos hacia sus cimas: “la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de las riquezas” (2Jn 2,16). Y nos aleja del “amar como Él nos ha amado”, con la oración, el ayuno, la pobreza, con la cruz, que sigue siendo signo de contradicción: necedad y locura para unos, incluso para muchos bautizados. Pero fuerza de Dios y sabiduría de Dios para los que se salvan (1Cor 1,24). ¡Ojo con la sociedad del bienestar y todas sus seducciones, o cantos de sirena!

“Entrad por la puerta estrecha.” Ni para nosotros, ni para aquellos a quienes invitemos a “entrar” podemos intentar “ensanchar la puerta”. Porque los llevaremos fuera de camino, por la “puerta ancha” y el “camino espacioso.”

Aguamos el buen vino de su Evangelio.

Nos advierte el Papa Benedicto XVI sobre este pasaje: ¿Qué significa esta “puerta estrecha”? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?

Si se observa bien, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús es siempre actual: nos acecha continuamente la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o seguridades. En realidad, el mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es “estrecha”. No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es “estrecho” porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo. (…) La salvación, que Jesús realizó con su muerte y resurrección, es universal. Él es el único Redentor, e invita a todos al banquete de la vida inmortal. Pero con una sola condición, igual para todos: la de esforzarse por seguirlo e imitarlo, tomando sobre sí, como hizo él, la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Así pues, esta condición para entrar en la vida celestial es única y universal. Benedicto XVI, 26 de agosto de 2007.

Que tengas un buen día avanzando por el camino cierto, con su ayuda.