«¿A qué se parece el reino de Dios?»

EVANGELIO DE HOY Lucas (13,18-21):

En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

PARA VIVIR LA PALABRA

Aparentemente, dos cosas insignificantes: un granito de mostaza y un poco de levadura. Poca cosa podríamos hacer nosotros con este material. Apenas nos serviría para nada. Pero se trata del Reino de los cielos, que está en manos de Dios. Cierto que, a la llegada del Mesías, ya traía una larga preparación con los anuncios proféticos con hechos, personas, vaticinios, que entretejen toda la Historia de la Antigua Alianza. Sin embargo Jesús, ve así el Reino de los cielos en sus comienzos, como un granito de mostaza. Pero esta parábola encierra dos formas de crecimiento del Reino. La primera va dirigida a su dimensión social. Y sólo Él sabe hasta dónde llegarán sus fronteras en su desarrollo temporal, si bien en su dimensión eterna, puesto que no tendrá fin, tampoco tendrá fronteras.

Pero quizá, visto el Reino desde su realización personal y comunitaria, como lo pedimos en el Padre nuestro, nos sea más fácil observar su crecimiento. Particularmente en aquellas personas que encarnan el Evangelio con mayor fidelidad, es fácil observar el gran desarrollo del Reino, por los frutos que produce. ¿Quién no ve el crecimiento gigantesco de ese grano de mostaza en Sta. Teresa la grande, en la obra de Chiara Lubich a través de los Focolares; o de Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, y todos los santos que hemos tenido la oportunidad de conocer más o menos de cerca? Crecimiento que también podemos observar en nuestra vida personal, en la medida en que nos proponemos vivir el Evangelio con mayor fidelidad, junto a Jesús y junto a aquellos que intentan seguirle más de cerca.

S. Juan Crisóstomo afirma: “Nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás. No puedes excusarte con la pobreza, pues aquella viuda que echó dos monedas de cobre te acusará. Y Pedro decía: No tengo plata ni oro. El mismo Pablo era tan pobre que frecuentemente pasaba hambre y carecía del alimento necesario…. La levadura, desapareciendo en la masa, no pierde su fuerza; al contrario, cambia la naturaleza de toda la masa. De la misma manera, vuestra predicación cambiará a todos los pueblos. Por tanto, confiad “… Es Cristo el que da fuerza a esta levadura…” No le reprochéis, pues, el reducido número de sus discípulos: es la fuerza del mensaje lo que es grande… Basta una chispa para convertir en un incendio algunos pedazos de bosque seco, que rápidamente inflamarán a su alrededor todo el bosque verde.”

Feliz día de crecimiento y renovación.