«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia»
EVANGELIO DE HOY Lucas (12,13-21):
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
PARA VIVIR LA PALABRA:
Hoy se nos presenta Jesús ante un problema familiar: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.» Jesús en principio se niega a hacer de juez o de árbitro en el caso concreto. Pero aprovecha, como tantas otras veces, del caso presente para ofrecer una gran lección que solucione el problema en la raíz. «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Podría haber traído a colación el Sermón de la Montaña, (Mateo 5:1-7:29 y su paralelo en Lucas 6:20-49). En ese sermón están contenidas las bienaventuranzas que afirman la felicidad de los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, y los perseguidos (Lucas 6:20-22), mientras que lamentan la abundancia de los ricos que disfrutan el presente sin consideración del futuro (Lucas 6:23-26). O sobre el tesoro en el cielo ya que “donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12:32-34). O la parábola del pobre Lázaro y el rico sin entrañas (Lc. 16,19-31).
Jesús exhorta a sus discípulos a que en lugar de amontonar riquezas, aprendan a compartir y a dar limosnas de una forma que ayude de verdad al necesitado y afirme su dignidad (Mateo 6:1-4). Jesús enseña a los discípulos a pedir “el pan nuestro de cada día” (Lucas 11:3) sin olvidar que tanto la comida como el vestido son provistos por el Padre que sabe que necesitamos todo esto (Lucas 12:22-30). Es más, Jesús enseña que para quienes buscan el reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas les serán añadidas (Lucas 22:31). Y es de sobra conocido el dicho de Jesús: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).
Como contrapartida a la codicia material, podemos recordar al mercader que se desprende de todas sus riquezas para adquirir el tesoro escondido o la perla preciosa. O a Zaqueo (Lucas 19:1-10), que tras hospedar a Jesús en su casa, toma una resolución: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado”. Y es que la satisfacción de poseer a Dios sobrepasa con mucho el placer de cualquier otra riqueza.
Que pases un buen día lleno de generosidad.