«Cada árbol se conoce por su fruto»

EVANGELIO DE HOY Lucas (6,43-49):

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

¿Por qué me llamáis «Señor, Señor» y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Jesús nos da unas normas de discernimiento tan sabias como sencillas. Es la lógica de la naturaleza: De donde no hay, nada se saca. De la bondad brota el bien y la maldad genera el mal. La fuente de uno y otro es el corazón humano, fuente de los deseos y de las obras que realizamos. Por eso Jesús viene a cambiar, no las normas, sino el corazón del hombre, como había anunciado por el profeta Ezequiel “Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas… vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios” (Ez 11,19-20; 36,26-27).

“¿Por qué me llamáis «Señor, Señor» y no hacéis lo que digo?.” Se lamenta de aquellos que dicen aceptarlo y seguirlo, e incluso se lo creen y se sienten muy satisfechos de llamarse cristianos. Pero su corazón está puesto en otras cosas y sus obras están muy lejos del “amar”, “servir” “perdonar” tomar la cruz cada día y dar a Jesús el lugar que le corresponde en el corazón y en la vida de quien lo sigue con humildad y sinceridad de corazón, y lo tiene siempre presente en cuanto piensa y hace, como centro de inspiración de su vida.

Nuestro corazón es bueno y es malo a la vez. Es como el Arca de Noé que albergaba animales de todas clases, puros e impuros. Así son los deseos que salen de nuestro corazón, unas veces llenos de bondad, compasión, ternura… y otras veces… vale más no recordarlo. Pero esto tiene remedio: “El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra…” Este es el secreto: acercarnos a Él. Porque sin Él, nada podemos hacer. Y nadie va al Padre sino por Él.

Acercarse a Él con el afecto, reconociéndolo como Señor, salvador y dueño de nuestra viva; con la voluntad firme de seguirlo en su obediencia a la voluntad del Padre. Acercarse a Él en el amor a su Iglesia y en el esfuerzo por la construcción de su Reino entre nosotros. Eso es “cavar, ahondar y poner los cimientos sobre roca.” La paz interior, la seguridad que sentimos y la confianza en Él, no se hallan en ninguna otra parte, ni en ser árbol malo, ni en construir la propia casa sobre arena.

Que tengas un buen día, produciendo frutos óptimos.