«Vosotros sois la sal de la tierra»

EVANGELIO DE HOY Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

PARA VIVIR LA PALABRA

Volvemos hoy con Mateo al sermón del monte. A cuantos han aceptado en su vida las enseñanzas de Jesús y han cambiado su corazón, dispuestos a seguirle, les descubre su nueva identidad. Ahora os habéis convertido en la sal de la tierra y la luz del mundo. Por tanto debéis cuidar de esa sal y de esa luz, para que no dejen de producir sus efectos saludables y necesarios.

«Vosotros sois la sal de la tierra.” Cuando la “tierra” queda sin sal, cunde la corrupción. Pero la sal en la herida escuece, para poder sanarla, y vendrá la reacción con mayor o menor fuerza. Comenta S. Agustín a este punto: “Y si vosotros, por quienes deben ser condimentados los pueblos, perdiéreis el Reino de los Cielos por miedo de las persecuciones temporales, ¿qué harán los hombres que debieron ser libres del error por vosotros?”

También dice “si la sal se vuelve sosa”, manifestando que es una necedad perder los bienes eternos por afanar más los temporales. Y es pisado por los hombres no el que sufre persecución, mientras tiene su corazón fijo en el cielo; sino el que se acobarda ante ella.

“Vosotros sois la luz del mundo” Está colocada esta ciudad sobre un monte, esto es, sobre la gran justicia de Dios que representa ese monte, en el cual juzga el Señor. Poner la antorcha debajo del celemín significa preferir las comodidades del cuerpo a la luz de la verdad. Lo hace todo aquel que oscurece y cubre la luz de la buena doctrina con las comodidades temporales.

Coloca la antorcha sobre el candelabro aquel que sujeta su cuerpo al ministerio de la palabra, para que la predicación de la verdad sea primero y las atenciones del cuerpo vengan después. La doctrina resplandece más cuando el cuerpo está reducido a la esclavitud en los momentos en que, por medio de las buenas obras y demás actos visibles, se da buen ejemplo a los demás.”

Y no quiero acabar sin recordar la llamada que nos hace Francisco: A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: «En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros» (Jn 13,35). Es lo que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: «Que sean uno en nosotros […] para que el mundo crea» (Jn 17,21) (EG. 99)

Que tengas un buen día con abundancia de luz y sal.