«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados»

EVANGELIO DE HOY Mateo (11,28-30):

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:

«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

PARA VIVIR LA PALABRA:

Una invitación amable es siempre objeto de gratitud. Y cuanto más importante es el sujeto del cual proviene dicha invitación, tanto más interesante puede ser la misma. Hoy es el mismo Jesús, Hijo de Dios quien nos hace la invitación: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados…” Cansados y agobiados. Pero ¿a qué tipo de cansancio se refiere? Ya señalaba San Juan Crisóstomo que ninguna carga es tan pesada para el hombre como el pecado. Es el peso que más hunde y aplasta a la persona que lo soporta. El que más cansa y agobia. “Venid a mi.” El hecho mismo de realizar este movimiento de “ir a Jesús,” nos separa y aparta del pecado y de todo su peso. Ese fue el camino del hijo pródigo, el de Zaqueo, Leví, la Magdalena, y de tantos otros que han seguido y siguen moviéndose por este mismo camino.

“Y yo os aliviaré.” ¿Quién no ha visto el rostro radiante de alegría y la mirad iluminada de felicidad de aquellos que acaban un retiro, Cursillo de Cristiandad, Círculo de Oración, Jornadas de Renovación, etc. etc. Todos ellos han experimentado el alivio, la libertad interior, la paz intensa, el profundo gozo del Espíritu que han encontrado al acercarse a Jesús. Como el que experimentaron Juan y Andrés en aquella inolvidable primera tarde pasada con el Maestro.

Pero también hemos visto desinflarse y quedar vacío en relativo poco tiempo, a muchos de los que antes irradiaban alegría. Estos han vuelto a desandar el camino. Por eso Jesús añade: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.” Sabemos bien cuál es ese yugo que trae el descanso. Es hacer la voluntad del Padre lo que descansa la conciencia y el corazón. Para ello hay que aprender mucha humildad y mansedumbre. Jesús vive despojado de su propia voluntad. El “no se haga mi voluntad sino la tuya” no es exclusivo de Getsemaní. En ningún momento se cayó de labios de Jesús, como tampoco de la boca ni del corazón de María. Este es realmente el camino del descanso y la forma de hacer su yugo llevadero y su carga ligera.

Que tengas un día feliz,llevadero y liviano.