«Pasa Jesús Nazareno»

EVANGELIO DE HOY Lucas (18,35-43):

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»

Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»

Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él dijo: «Señor, que vea otra vez.»

Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.» En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

PARA VIVIR LA PALABRA:

Ignoramos los nombres de muchos de los que se acercaron a Jesús. Incluso de algunos mencionados en el Evangelio, como el joven rico, o aquel que lo reclamaba para que hiciera a su hermano repartir la herencia. Quedaron en el anonimato.. Del presente se nos dan pelos y señales: Bartimeo, el hijo de Timeo Mc 10,46-52. ¿Qué tiene de particular este Bartimeo para merecer tal distinción? Era un pobre de la periferia, diría el Papa Francisco, que pasaba las horas muertas sentado al borde del camino. Por allí pasaba mucha gente camino de Jerusalén, especialmente en la proximidad de la Pascua. Y el ciego Bartimeo estaba atento a su paso para mendigar la limosna, paciente, hasta que alguien le largase alguna moneda o algo que comer.

Pero llegó su momento en que todo iba a cambiar. “Al oír que pasaba Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Esta vez no pide dinero ni comida. Reconoce en Jesús al “Hijo de David”, título mesiánico, y suplica a gritos su compasión. Por más que lo regañan para hacerle callar, más grita: «Hijo de David, ten compasión de mí.» No tenía intención de dejar pasar esta oportunidad, Debía significar mucho para él el Hijo de David, hasta lograr atraer su atención, interrumpir su camino y despertar su compasión.

Al saberse llamado por Él, vio los cielos abiertos: “soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús” Y por fin escuchó sus primeras palabras: «¿Qué quieres que haga por ti?» No lo dudó un instante: «Maestro, que pueda ver.» Qué luz tenía este ciego. Y Jesús se la reconoce: «Anda, tu fe te ha curado.» Bartimeo deja la orilla del camino junto con su ceguera. para seguir el camino con Jesús, luz de sus ojos y de su alma, camino, verdad y vida, para todo el que camina con Él. El evangelista Lucas le da toda su importancia por la grandeza de su fe y la firme decisión de seguir a Jesús. Fue un encuentro realmente dichoso, como el de la Samaritana, la Magdalena, Zaqueo, Leví y tantos otros. Como pudieran ser el tuyo y el mío. Jesús sigue pasando. Quitemos todo obstáculo de nuestra vida para poder seguirlo cada día.

Que tengas un feliz día en su seguimiento.