«Cuando venga el Hijo del hombre»

EVANGELIO DE HOY Mateo 24,37-44:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

PARA VIVIR LA PALABRA:

Comenzamos hoy, primer domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia la realización del Reino de Dios en nuestra vida.

Mientras nuestros corazones se disponen a la celebración anual del nacimiento de Cristo, la liturgia de la Iglesia orienta nuestra mirada hacia la meta definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria al final de los tiempos. Por eso nosotros que en cada Eucaristía «anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección, a la espera de su venida», vigilamos en oración. La liturgia no se cansa de alentarnos y de sostenernos, poniendo en nuestros labios, en los días de Adviento, el grito con el cual se cierra toda la Sagrada Escritura, en la última página del Apocalipsis de san Juan: «¡Ven, Señor Jesús!» (22, 20).

Este es el mensaje central del Adviento: “Dios está en camino hacia nosotros.” Tal era el presentimiento creciente de todo el Antiguo Testamento, que con el advenimiento de su Mesías esperaba también el final de los tiempos; éste era también el presentimiento inmediato de Juan Bautista, quien, según los tres sinópticos, no quería sino preparar en el desierto un camino al Señor y anunciar un juicio decisivo: «El hacha está tocando la base de los árboles» (Lc 3,9). Lo que viene después de él es la última decisión divina de la historia. Por tanto la Palabra de Dios nos llama en este tiempo a despertar del sueño y de la indiferencia; nos exhorta a esperar al Señor con la cintura ceñida y con las antorchas encendidas o con aceite en las lámparas

Dice San Cirilo de Jerusalén: «Hay dos venidas (del Verbo): una oscura como la lluvia sobre un velo, otra resplandeciente de gloria, la que llegará. En la primera venida, Cristo aparece envuelto en pañales dentro de un pesebre, en la segunda vendrá envuelto de la luz como en un manto».

Hoy nos recuerda el Apóstol Pablo: «Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima» (Rom 13, 11-12).

Que el Señor nos encuentre cada día con la lámpara de la fe resplandeciente.