«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos»

EVANGELIO DE HOY Lucas (14,12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Jesús quiere hacernos comprender el valor del “don” a los ojos de Dios. Ya nos ha incitado, a través de sus enseñanzas, a ser generosos. E igual que nos invita a “pedir… llamar… buscar” con toda confianza, y hasta importunar al Padre Mt 7, 7-11; 11,5ss, también nos anima a imitar su generosidad sin límites: “al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y, al que tome lo tuyo, no se lo reclames… si hacéis bien a quienes os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis?… haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; entonces vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los desagradecidos y perversos… Dad y se os dará; una medida buena apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá” Lc 6, 27-35. 38.

Nos está incitando a negociar con Dios y a retar su generosidad, Ni un vaso de agua dado en su nombre, quedará sin recompensa. Y esto lo podemos haber experimentado infinidad de veces en nuestra experiencia diaria. A generosidad no hay quien le gane. Y más si es con el indigente que poco puede dar a cambio.

Y para asemejarnos a Él, nuestros dones deben ser desinteresados, gratuitos. Ahí está la elegancia del favor o dádiva que prestemos. No puede ir envuelto en la segunda intención de cobrarlo de una u otra forma: “do ut des” o doy para recibir. No. Más bien debe ofrecerse en la bandeja dorada del amor. Doy porque amo. Y aún más: me doy a ti con mi don.

Eso es lo que Jesús nos enseña con su propia vida. Y no me voy a privar de transcribir el siguiente texto de P. Stéfano di Fiori que lo explica de forma magistral:

“Exactamente en este contexto se inserta la Eucaristía, la cual exige una cultura del don de sí y nos ayuda a realizarlo. Jesús alcanza lo máximo del don de sí en su Pasión: se dio a sí mismo (Gal 1,4; 1Tm 2,6), dio su vida (Mc 10,45), dio su cuerpo (Mt 26,26). Es más, Él mismo es el don por excelencia que brota del amor del Padre: “Dios amó tanto al mundo que le dio a su Hijo Único” (Jn 3,16).

A su vez, Jesús ofrece muchos dones a los hombres: su Palabra (Jn 17,7.14), el Pan de Vida (Jn 6,35.51), la paz (Jn 14,27), a su Madre (Jn 19,26-27). En especial Él ofrece dos dones preciosísimos: “dona el Espíritu sin medida (Jn 3, 34) y “la vida eterna” (Jn 10,28). Según la encíclica Ecclesia de Eucharistia, la Eucaristía no es “un don entre muchos otros, aunque muy valioso, sino que es el don por excelencia, ya que es el don de sí” (EE 11).

Que tengas un buen día que sea un banquete de generosidad.