«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida!»

EVANGELIO DE HOY Lucas (10,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Comienza un período crítico en el ministerio de Jesucristo, pues muchos lo abandonan. Las maldiciones dirigidas contra las ciudades que han rehusado seguir su llamada a la penitencia, hacen resaltar la gravedad del aviso divino: un día el juicio divino caerá inexorablemente sobre aquellos que hayan rechazado a su enviado.

Corozaín y Betsaida y Cafarnaún, alrededor del mar de Tiberíades, son las ciudades donde Jesús inició su ministerio público y en las que más predicó y realizó los signos mesiánicos con que acreditaba su mensaje. “Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.»

Dios lleva mal nuestro rechazo. Tanto personal: recordemos todo el c. 23 de Mateo contra escribas y fariseos hipócritas, que ni entran ni dejan entrar a sus seguidores en el Reino: “!Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar de la condenación de la gehenna?” (Mt. 23, 11-36). Como cuando se trata de las colectividades. A los discípulos manda sacudir el polvo de los pies, al partir de aquellos lugares que no los reciban, con la amenaza de no ser tratados mejor que Sodoma y Gomorra (Mt. 10, 14-15). Acto seguido, anuncia la suerte de Jerusalén: “se os va a dejar desierta vuestra casa” con la destrucción del Templo y de la Ciudad que quedará arrasada.

San Juan Crisóstomo comenta: «A la verdad, ya les había dado su enseñanza, ya había en ellas realizado milagros. Mas ya que se obstinaban en su incredulidad, ya no le queda sino maldecirlas.. Escuchemos también nosotros estas palabras del Señor. Porque no sólo contra los incrédulos, contra nosotros mismos, señaló el Señor castigo más duro que el de los habitantes de Sodoma, si no acogemos a los enviados que acuden a nosotros, pues Él les mandó que sacudieran hasta el polvo de sus pies» (Homilía 37,4-5, sobre San Mateo).

Cerrar el corazón a la misericordia divina es propio del orgullo y la vanidad de quienes se sienten muy llenos de sí mismos, hasta el extremo de cerrar sus oídos a la verdad que los podría salvar. Jesús “llora por Jerusalén, diciendo: “¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!”… siempre abierto a la misericordia, como el Padre que aguarda el retorno del hijo perdido, o el pastor que busca la oveja extraviada. Las lágrimas divinas son ríos de misericordia y de perdón para quien sabe comprenderlas y enjugarlas con su conversión.

Que pases un día feliz con “el mensaje de paz.”