«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor»

EVANGELIO DE HOY Mateo (24,42-51):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

PARA VIVIR LA PALABRA:

Tanto el dueño de la casa como el administrador fiel y solícito evocan la responsabilidad. A medida que Jesús ve acercarse “su hora”, nos recuerda también la cercanía de la nuestra: «estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» “Dichoso tú cuando Cristo llama a tu puerta. Nuestra puerta es la fe que, si es sólida, defiende toda la casa. Es por esta puerta que Cristo entra,” escribía S. Ambrosio.

La idea central es que no somos dueños ni de la Iglesia, ni de la parcela que a cada uno se nos asigna para su cultivo, tanto en la vida personal, con los carismas que cada uno recibe, como en la responsabilidad comunitaria que cada miembro de la Iglesia tiene en su comunidad. Cada uno somos llamados, desde la unción crismal en el bautismo, a participar en la misión sacerdotal, profética y real del Ungido y enviado por el Espíritu Santo (Lc. 4,16-22). No somos dueños, sino criados, llamados a servir en la familia, Iglesia doméstica, en el trabajo, colaborando con el Creador, o en la sociedad, dedicándonos a establecer los valores del Reino en dondequiera nos hallemos.

El Papa Francisco nos lo recuerda y pide encarecidamente: “Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. (EG 20).

Comenta Madre Teresa de Calcuta:

“Si a veces tenemos la impresión de que el Maestro se ha ido, ¿no será porque yo me he alejado de uno u otro hermano? Una cosa nos garantizará siempre el cielo: los actos de caridad y la gentileza que habremos tenido en nuestra vida.

Nunca sabremos el bien que puede provocar una simple sonrisa. Decimos a los hombres lo grande que es Dios, comprensivo, indulgente: y ¿somos nosotros la prueba viviente de ello? ¿Pueden realmente darse cuenta de esa grandeza, comprensión, indulgencia viéndola viva en nosotros?.”

Jesús concluye el pasaje con la dicha y el premio prometido al criado fiel, y la triste suerte del egoísta y despiadado que no responde a su encargo. María supo responder. Pidamos su ayuda.

Que tengas un buen día fecundo y feliz.