«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.»
EVANGELIO DE HOY 01908016 Mateo (22,34-40):
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
PARA VIVIR LA PALABRA:
Sigamos hoy estas bellas reflexiones de S. Juan Pablo II:
“En el alma del cristiano hay un amor nuevo, por el cual participa en el amor mismo de Dios: «El amor de Dios, afirma San Pablo. ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5). Es un amor de naturaleza divina, por eso muy superior a las capacidades connaturales al alma humana. En el lenguaje teológico, recibe el nombre de caridad. Este amor sobrenatural tiene un papel fundamental en la vida cristiana…
La caridad es, por tanto, el valor central del hombre nuevo, «creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4, 24;). El Espíritu Santo, al comunicar su impulso vital al alma, la hace apta para observar, en virtud de la caridad sobrenatural, dado por Jesucristo: Amor a Dios y al prójimo.«Amarás al Señor, tu Dios, con toda tu mente…» (Mc 12, 30). El Espíritu Santo hace participar al alma del impulso filial de Jesús hacia el Padre, de manera que, como dice san Pablo, «todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rm 8, 14). Hace amar al Padre como el Hijo lo ha amado, a saber, con un amor filial que se manifiesta en el grito «Abbá» (cf. Ga 4, 6; Rm 8, 15), pero que se extiende a todo el comportamiento de quienes, en el Espíritu, son hijos de Dios. Bajo el influjo del Espíritu, toda la vida se transforma en un homenaje al Padre, lleno de reverencia y de amor filial.
Del Espíritu Santo deriva también la observancia del otro mandamiento: el amor al prójimo. «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado», ordena Jesús a los Apóstoles y a todos sus seguidores. En estas palabras: «como yo os he amado», reside el nuevo valor del amor sobrenatural, que es participación en el amor de Cristo hacia los hombres. Y, por consiguiente, en la caridad eterna, en la que tiene su primer origen la virtud de la caridad.
Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y se encuentran en relación recíproca. Jesús no inventó ni el uno ni el otro, sino que reveló que, en el fondo, son un único mandamiento, y lo hizo no sólo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía Él nos dona este doble amor, donándose Él mismo, a fin de que, alimentados de este Pan, nos amemos los unos a los otros como Él nos amó.»
(Audiencia Gral, 22 de mayo de 1991.)
Escribe San Juan de la cruz: El amor de Dios es la salud del alma. Y cuando no tiene cumplido amor, no tiene salud cumplida y por eso está enferma. El que no ama ya está muerto. En el ocaso de nuestra vida seremos juzgados en el amor. Quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece. El amor sólo con amor se paga, las heridas de amor sólo con amor se pueden curar.
Que vivas un hermoso día rebosante de amor.